Educar la sinceridad en los niños

El diccionario de la RAE define la sinceridad de la siguiente manera: sencillez, veracidad, modo de expresarse o de comportarse libre de fingimiento. Es importante transmitir este valor a los pequeños. En ocasiones, muchos padres se preocupan porque sus hijos no son del todo sinceros, por eso hemos decidido dedicar un artículo sobre cómo educar la sinceridad en los niños.

Muñecos de pinocho en una pared

Como comenta la psicóloga Elvira Sánchez en una entrevista realizada para el programa de radio de AMEI-WAECE El Rincón de la Educación Infantil, «es importante que el niño se acostumbre a decir la verdad desde pequeño, ya que de esta manera establecerá relaciones interpersonales positivas y aumentará la confianza que otras personas están depositando en él».

Ser sincero le ayudará a vivir en contacto con la realidad, a establecer una identidad personal más sólida y a aumentar su autoestima y la confianza en sí mismo. Además, la sinceridad es un valor base para la adquisición de otros: la honradez, la franqueza, la honestidad, la autenticidad, la nobleza, la lealtad, la confianza, la justicia, la amistad o el respeto.

La etapa de los tres a los nueve años es aquella en la que los niños mejor asimilan los hábitos relacionados con la sinceridad y la justicia. En concreto, entre los cuatro y los cinco, la maduración de las estructuras cerebrales permite que el niño comience a distinguir lo verdadero de lo fantástico. Aproximadamente a partir de los seis es cuando comienza a entender el valor moral de la sinceridad y cuando puede esforzarse realmente por interiorizar este valor.

¿Por qué mi hijo no es sincero?

En general, los niños tienen una gran imaginación y suelen tener dificultades para distinguir entre la realidad y su propia fantasía. El niño disfruta con sus fabulaciones porque le permiten modificar la realidad según sus propios deseos. Es feliz porque cambia lo que no le gusta. Es importante tener claro que en este caso no existe una intención expresa de engañar o de falsear la realidad. No se debe recriminar al niño por su conducta, simplemente se trata de una confusión de planos en su mundo interior.

Sin embargo, en otras ocasiones, el niño sí expresa una voluntad manifiesta de manipular la realidad para conseguir algo que le interesa. También lo hace para llamar la atención de las personas que le rodean o para evitar un castigo por algo que no debía haber hecho. Marisol Justo de la Rosa, Maestra especialista en Educación Infantil, afirma que «para que exista la mentira infantil es necesario que exista una intencionalidad y una conciencia de haber modificado un hecho real: el niño miente cuando deforma premeditadamente un hecho real o afirma o niega algo que no es cierto con intención de engañar».

La mentira puede estar motivada por una falta de autoestima o de seguridad en sí mismo. En este caso, el niño no se siente capaz de afrontar la realidad y la intenta cambiar a su antojo. Igualmente, si se encuentra en un entorno donde el castigo se utiliza con frecuencia, aprenderá a mentir para librarse de los castigos y riñas.

Educar la sinceridad en los niños

Para educar la sinceridad en los niños es bueno proporcionar un clima afectivo de seguridad, de aceptación y de confianza. Así, el niño puede ser él mismo, sin miedo a ser rechazado por no cumplir las expectativas que muchas veces depositamos en él. Se debe observar si cuando es preguntado dice la verdad y reforzar ese buen comportamiento.

Cuando se producen preguntas incómodas es necesario contar la verdad, aunque siempre sabiendo cómo de preparado está nuestro hijo y hasta dónde podemos llegar. Ocultar la verdad impide que se estimule la sinceridad. Siempre es preferible contar poco pero que sea cierto que mentir.

Niños jugando con el agua

Los padres y los educadores deben ser siempre modelos correctos a imitar en este sentido. Por eso debemos ser conscientes de las pequeñas mentiras de conveniencia que podamos utilizar a lo largo del día. Por ejemplo, vendrá un señor a regañarte si no paras de gritar. O no uses esto porque está roto o no funciona cuando realmente no lo está. O cuando te lo acabes o hagas algo bien te premio con algo y luego no hay premio. El comportamiento de los adultos es observado e imitado por los niños: si nosotros les mentimos a ellos, ellos también lo harán.

¿Qué hacer cuando el niño miente?

No se deben hacer juicios de valor personal del niño como, por ejemplo, llamarle mentiroso. Y menos delante de otras personas. El objetivo es modificar un aspecto de su comportamiento, no cambiar su personalidad. Cuando falte a la verdad es necesario averiguar por qué lo hace e intentar corregirlo, pero sin presionarlo para que se sienta culpable. La culpa genera sentimientos negativos que interfieren en su equilibrio emocional. El niño debe ser consciente y responsable de que ha mentido y de que eso no está bien.

Marisol Justo de la Rosa apunta una serie estrategias que poner en marcha para evitar éste comportamiento, disminuir su frecuencia o incluso llegar a eliminarlo:

  • Analizar por qué miente el niño: si es por inseguridad, falta de autoestima, para llamar la atención, si se siente presionado, etc.

  • No castigarle si admite con sinceridad que ha hecho algo que está mal y darle la oportunidad de enmendarse.

  • Que el pequeño comprenda que decir la verdad tiene más ventajas.

  • Crear un clima de afectividad, seguridad y confianza.

  • Que el niño sienta que se encuentra en un ambiente relajado donde la mentira no tiene sitio.

Debemos tener en cuenta que, aunque no haya adquirido aún una conciencia moral, está asentando las bases para logarlo y debemos ayudarle a hacerlo en la dirección correcta.

Escuela Infantil Booma